Un legado 'brutal'

Un legado brutal Amarilo

Este año ha sido amargo para la arquitectura. Fallecieron dos de sus grandes exponentes: la francesa Renée Gailhoustet

Por Dulce María Ramos
Foto: Raphael Chipault

Este año ha sido amargo para la arquitectura. Fallecieron dos de sus grandes exponentes: la francesa Renée Gailhoustet, quien murió a los 93 años, y el indio Balkrishna Doshi, a los 95. En sus obras quedan las huellas indelebles del brutalismo. Recordamos sus vidas y sus creaciones.

 

Balkrishna Doshi, el discípulo de la naturaleza

No le gustaba que le dijeran ‘arquitecto’, aunque sí que lo era; y de los mejores de su país, la India. Durante siete décadas Balkrishna Doshi, nacido en 1927 en Pune, se dedicó al oficio que más le apasionaba y por el que recibiría el prestigioso premio Pritzker, en 2018. El acta del jurado que le otorgó el galardón explicaba que sus transformadoras obras respetaban la cultura oriental y mejoraban la calidad de vida de su nación. Cuatro años más tarde, y pocos meses antes de su muerte, recibiría otra importante distinción: la Royal Gold Medal de arquitectura, otorgada por el Instituto Real de Arquitectos Británicos, RIBA (por sus siglas en inglés).

Dos de sus grandes valores, como la sensibilidad y la humanidad, están presentes de manera continua en su trabajo. Doshi era un hombre de raíces humildes que seguía las sencillas tradiciones de su familia, compuesta en su mayoría por artesanos, carpinteros y ebanistas; un origen que definió su postura frente al oficio que desempeñaba, el que debía, según su apreciación, mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Sus propuestas arquitectónicas se alejaban de los ecos del capitalismo en una época en la que su país afrontaba significativos cambios políticos. “Pertenezco a la antigua tradición del hinduismo. Mi abuelo, a quien admiraba, me enseñó sobre el valor de la reverencia y de ir al templo todos los días a rezar. Todos esos rituales me ayudaron. Y cuando empiezas a dibujar en una hoja de papel, estos pensamientos resultan muy útiles. Nunca fui a ninguna facultad de arquitectura, la fuente de mi aprendizaje fue mi familia”, le explicó al presidente del RIBA, Simon Allford, en 2022.

Pero el creador indio reconoce que tuvo dos grandes maestros. El primero, el francés Le Corbusier, de quien heredó la estética brutalista corriente caracterizada por la enormidad y la utilización de concreto y al que acompañó en proyectos como el Edificio de la Asociación de Propietarios de Molinos (1954) y la Casa Shodhan (1956). El segundo, el estadounidense de origen estonio, Louis I. Kahn, quien despertó su sensibilidad sobre la arquitectura como arte. En una entrevista con Sven Michaelsen, para la revista de lujo 032c, Doshi decía que: “Le Corbusier fue mi gurú; Kahn, mi yogui. Ambos me ayudaron a descubrir a la verdadera maestra: la naturaleza (…) Las obras de Kahn te invitaban a meditar; las de Le Corbusier te daban ganas de cantar”.

Como dato curioso, el arquitecto indio compartió el taller de su admirado maestro francés con el colombiano Germán Samper Gnecco (1924-2019), creador de varias construcciones bogotanas icónicas, como la Biblioteca Luis Ángel Arango (1957), el Museo del Oro (1963) y el edificio de Avianca (1968); entre los dos surgió una duradera amistad, sobre la que Samper habló en su canal de YouTube A otro tempo. En ellos recuerda cómo ayudó a su colega para que lograra acercarse a Le Corbusier.

Para Doshi era esencial que la arquitectura se concibiera como un asunto local, que fuera capaz de entender las costumbres del lugar, los factores ambientales; para él cada edificación era un organismo vivo, “celebramos nuestra existencia cuando los estilos de la vida y la arquitectura se funden”; un organismo lleno de humanidad: “Una casa es un hogar. Y el hogar es la extensión de la familia”, esas frases solía repetirlas con frecuencia en sus entrevistas y conferencias.

De hecho, José María Lozano Ve- lasco, catedrático de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Valencia, destacó que las ideas que sigue Doshi, sin pretenderlo, emulan a las del danés Jan Gehl, quien planteó el concepto de urbanismo para la gente: “Toda su obra arquitectónica, compuesta por edificios corporativos, de oficinas, templos, conjuntos de vivienda y casas individuales, fueron proyectados y desarrollados pensando, fundamentalmente, en el usuario”. Fue un adelantado a su tiempo, no solo por esta concepción, sino por integrar en sus construcciones patios, terrazas, sus obras principales.

Buena parte del legado de Doshi se halla en la ciudad india de Ahmedabad, como lo evidencian las siguientes construcciones:

  • Campus de la Escuela Integral Shreyas (1958-1963)
  • Atira Guest House (1958), vivienda de bajo costo
  • Instituto de Indología (1962), un edificio para albergar documentos raros
  • Escuela de Arquitectura de Ahmedabad (1966, con adiciones hasta 2012), rebautizada en 2022 como Universidad CEPT
  • Memorial Theatre (1967), un auditorio brutalista de 700 asientos
  • Premabhai Hall (1976), antiguo teatro y auditorio
  • Sangath (1981), su estudio de arquitectura
  • Kanoria Centre for Arts (1984), un centro artístico y creativo
  • Amdavad ni Gufa (1994), una galería de arte en forma de cueva.

Estructuras fluidas y orientadas al clima; una declaración de sus intenciones sobre la sostenibilidad y la conciencia climática, temas que hoy son decisivos para llevar a cabo cualquier proyecto urbanístico.

En su conversación con Amarilo, Lozano Velasco, admirador del legado de Doshi, insistía en que hoy es de suma importancia repasar sus aportes en la aulas de arquitectura. Él representa muchas de las prácticas y valores que se han dejado de lado en la formación de los nuevos profesionales del sector. “Revisarlo a fondo será de gran ayuda, sobre todo ahora que se han abandonado la disciplina académica, el estudio de los clásicos y el dibujo a mano, y han sido sustituidos por el mundo efímero que facilitan las redes, la informática, el autocad y los renders”.

 

Renée Gailhoustet, la pionera

Fue una de las mujeres más brillantes en este oficio dominado por los hombres. Nació en 1929 en Orán, Argelia, pero era ciudadana francesa. Formó parte de la generación de la posguerra y concebía la arquitectura como un placer cultural. Al igual que Doshi, fue otra practicante del brutalismo y siempre estuvo interesada en crear espacios dignos y bellos para quienes no pertenecían a las élites.

En 1947, antes de encontrar su vocación definitiva, Gailhoustet comenzó su formación académica como estudiante de Filosofía y Letras en la Sorbona de París. Cinco años más tarde, aún en la capital francesa, ingresó en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes y se unió al taller de los arquitectos Marcel Lods, André Hermant y el ingeniero Henri Trezzini; uno de los pocos que aceptaba mujeres en sus proyectos. Allí conocería a su colega Jean Renaudie (1925-1981), quien sería su pareja sentimental, creativa y el padre de sus dos hijos. Con él fundaría su propio estudio, en 1964, y juntos desarrollarían, entre 1969 y 1975, la construcción del centro de la ciudad de Ivry, uno de los conjuntos de vivienda social más innovadores de su época.

“Estudié cuatro años de Filosofía en la Sorbona y, a decir verdad, no fui una de las mejores estudiantes; estaba más concentrada en la lucha contra las desigualdades y el activismo político –hacía parte de las juventudes comunistas–. Como profesional de esta carrera no tenía muchas opciones laborales, la más obvia era convertirme en maestra, pero la rechacé. Entonces, llegué a la arquitectura escapando de mi destino como profesora”, explicó en una entrevista con la Asociación para la Investigación sobre Ciudades y Vivienda, ARVHA, en 2015.

Ejerció su carrera durante más de cuarenta años, entre 1961 y 1995, y nunca perdió la mirada crítica ante su profesión, a la que cuestionó en décadas pasadas por su escasa oferta de trabajo y el monopolio ejercido por ciertos estudios en París. Sus proyectos urbanísticos con sentido social fueron reconocidos con el Premio Mujeres Arquitectas, en 2014; la medalla de Honor de la Academia de Arquitectura, en 2018; y el Gran Premio de las Artes de Berlín, en 2019.

En 2022 recibió el Premio de Arquitectura de la Royal Academy of Arts de Londres (RA), y la presidente del jurado, Farshid Moussavi, agregó que: “Lo conseguido por Renée Gailhoustet a lo largo del tiempo supera cualquier proyecto de vivienda social actual. Su trabajo tiene un fuerte compromiso con la gente, en él se mezclan la generosidad, la belleza, el respeto por el medio ambiente y la inclusión”, dijo en aquella ocasión.

El 4 de enero de 2023, a los 93 años, en su casa de Le Liégat, Ivry-sur-Seine, uno de sus proyectos arquitectónicos destacados (finalizado en 1982), falleció la pionera Renée Gailhoustet. La RA lamentó su muerte y en su comunicado oficial expresaba: “Sus edificaciones son ingeniosas y sorprendentes, incluyen amplios ventanales y terrazas ajardinadas en diferentes niveles. Invitan a reflexionar sobre qué es, realmente, una vivienda generosa con sus ocupantes; y aportaron una nueva visión sobre lo que significa construir ciudades en las que podamos vivir juntos”.

Mousavvi, en su cuenta de Instagram, no ocultó la enorme admiración que sentía por su colega francesa, la describió como una revolucionaria que huyó de los convencionalismos y destacó que “para ella cada apartamento representaba una ‘obra abierta’, el arquitecto la hacía posible, pero eran sus habitantes quienes la completaban (…) fue una gran defensora de la diversidad, la generosidad y la arquitectura verdaderamente social”. El día de su muerte las ventanas de la ciudad de Ivry se llenaron de pancartas con la frase “Gracias, Reneé”.