En el país de la reina japonesa del Pop Art: Yayoi Kusama

La reina japonesa del Pop Art: Yayoi Kusama

Un recorrido en primera persona por Japón y por las maravillas de Yayoi Kusama, la artista viva más reconocida de esa nación en el mundo. Por Margarita Barrero Llegué a Japón en busca de un encuentro con el sintoísmo, la religión oficial que adora las fuerzas de la naturaleza. También quería ver los jardines de

Un recorrido en primera persona por Japón y por las maravillas de Yayoi Kusama, la artista viva más reconocida de esa nación en el mundo.

Por Margarita Barrero

Llegué a Japón en busca de un encuentro con el sintoísmo, la religión oficial que adora las fuerzas de la naturaleza. También quería ver los jardines de la meditación en el budismo zen. Tenía la idea de probar comidas preparadas con té matcha. Quería conocer a los humanoides más avanzados del mundo en la isla artificial de Odaiba. Sentir el peso del blindaje de los samuráis y probar el filo de una katana Hattori Hanzo. Soñaba con estar al frente de las obras de Hokusai y conocer a las geishas, cuya popular referencia era la novela Memorias de una geisha, de Arthur Golden.

Por este último deseo

Uno de mis destinos fue el distrito de Gion, en Kioto. Las geishas, en principio, eran hombres y mujeres de las artes, profesionales que entretenían fiestas en el siglo XVIII. Hoy, es un oficio de pocas mujeres, que tocan el koto, ejecutan los movimientos de la danza japonesa odori, son expertas en la ceremonia del té, conocen la técnica del arreglo de flores ikebana y saben de literatura y poesía. Su servicio todavía dura lo que se tarda una barra de incienso en quemarse, como lo dicta la tradición.

La primera vez que la vi estaba en una esquina de la zona: era una calabaza metálica, perfecta para un mundo de gigantes. Su nombre: Pumpkin Forever. Alta, amarilla y con manchas negras, invitaba a entrar al Forever Museum of Contemporary Art, un espacio que albergaba 123 obras de la creadora de la calabaza: Yayoi Kusama.

Esta artista y genio japonesa no estaba en mi lista inicial. Fue una revelación. Representante de movimientos como el pop y el minimalismo, inspiró trabajos de Andy Warhol y Claes Oldenburg cuando se instaló, en 1957 y con 28 años, en Estados Unidos durante la efervescencia del arte moderno, tras la Segunda Guerra Mundial. Su mundo y su todo han sido los lunares, los puntos, que incluso pintó en su performance de cuerpos desnudos, de 1963.

Su arte conceptual no es más que una manera de encontrar desahogo para las alucinaciones de la enfermedad psiquiátrica que ha tenido desde niña. “Mi arte es una expresión de mi vida, en particular de mi enfermedad mental”, ha explicado Yayoi Kusama, hoy de 93 años.

Foto_ Visual China Group vía Getty Images

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Pumpkin Forever fue mi entrada al mundo de las maravillas de Yayoi Kusama y la última exposición que ofreció ese museo de Kioto, hoy cerrado indefinidamente. Sin embargo, no sería mi único contacto con la artista. Durante el viaje a Japón, ella estuvo presente con sus puntos en cada espacio de mi recorrido.

De flores y orígenes de Yayoi Kusama

Mi siguiente destino fue la ciudad de Matsumoto, en la prefectura de Nagano. Allí nació Yayoi Kusama, que a los 10 años retrató a su madre plagada de lunares, mientras lidiaba con esa sensación de que los animales y las plantas le hablaban con voces humanas. En esa zona se levanta el Matsumoto Museum of Art que, desde 2002, exhibe una colección de dibujos tempranos de la artista hasta trabajos más recientes como The Visionary Flowers, su versión surrealista y escultórica de las dalias.

Foto_ LightRocket vía Getty Images

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Tokio y su juego de espejos

Abandoné la tranquilidad de Matsumoto para llegar al caos organizado de Tokio, capital de Japón. Me quedé en el sector de Shibuya, donde está el paso peatonal más transitado del planeta, un lugar con restaurantes, bares y comercio, que limita al norte con la zona de Shinjuku.

En Shinjuku existe el Yayoi Kusama Museum, desde 2017. En este edificio, diseñado por el estudio de arquitectura japonés Kume Sekkei, están repartidos 600 trabajos de Yayoi Kusama y queda a unos pasos del hospital psiquiátrico en donde la artista ha vivido voluntariamente durante los últimos 40 años.

El ingreso comienza con Creation is a Solitary Pursuit, Love is What Brings You Closer to Art, que son unas 30 pinturas coloridas y una escultura. El protagonismo lo tienen, sin embargo, sus calabazas vibrantes e infinitas gracias al juego con espejos que ofrece Pumpkins Screaming About Love Beyond Infinity. Todo parece ser un justo homenaje a la mujer que se ha convertido en una de las 100 personas más influyentes del planeta según la revista Time.

Una fábula de Yayoi Kusama

Incluso al norte de la isla es determinante el arte. El foco cultural está en Towada Art Center, que tiene una colección permanente de 38 artistas como Choi Jeong Hwa y Ron Mueck. Afuera se encuentran ocho esculturas de calabazas, hongos, perros y niños que forman Love Forever, Singing in Towada. Caminar encima de este pasto cubierto de colores es vivir un instante de cuento.

Solo un mural en Osaka hecho por Yayoi Kusama

Pagué una cifra exorbitante por probar la carne que lleva el nombre de Kobe, la ciudad en la que se produce. Suave y con poca grasa es de wagyu tajima, un ganado negro alimentado con 14 tipos de hierbas medicinales. Luego de 30 minutos en carro estaba en Osaka, la tercera ciudad más grande de Japón. Allí conocí Dotonbori, el lugar que inspiró la locación de la película de ciencia ficción Blade Runner.

Al caminar por las calles de Osaka encontré el mural From Abeno to the Future, la única obra bidimensional de Yayoi Kusama, quien en 2011 inició una retrospectiva en cuatro ciudades de Europa y Norteamérica.

La Isla del Arte

La historia parecía una leyenda hasta que llegué a Naoshima, en el mar de Seto, en la costa de la prefectura de Kagawa. Mientras el ferry se acercaba al puerto de Miyanoura lo primero que se divisaba era la enorme Calabaza roja, de Yayoi Kusama, que tiene puntos abiertos por los que se puede entrar.

Caminando por la playa encontré otra enorme calabaza amarilla, al final de un muelle de cemento, golpeada por las olas, observada por turistas y pescadores. Es la Isla del Arte, donde existe, desde 1992, el Museo de Arte de Chichu, diseñado por el renombrado arquitecto japonés Tadao Ando. Tiene 2.500 metros cuadrados y es subterráneo.

Escondido entre volcanes y samuráis

Terminé al sur en Kagoshima, un paraíso de buceadores, a cuatro kilómetros del volcán activo de Sakurajima, y, por fortuna, su ceniza no me acompañó en mis caminatas.

Las montañas de Kirishima podrían haber sido otro plan de senderismo natural, pero me sedujo más lo que se revelaba en sus faldas: el Kirishima Open Air Museum, con obras de 23 artistas creadas especialmente para el museo. De entrada, estaban las Flores de Shangri-La, de Yayoi Kusama, y en su interior se levantaba High Heel, otros ejemplos del arte surgido de la psicosis esquizofrénica.