Aprender es vivir

Aprender es vivir

Afinar el tacto y la vista para conocer las capas del cuero. Usar las manos como herramientas de transformación. Así es como entiende Édgar Beltrán Jaramillo el oficio milenario de talabartero. En su niñez visitaba el matadero. Se sentía atraído por las pieles del ganado colgadas en tendederos. Su abuelo, Luis María Jaramillo, era carnicero

Afinar el tacto y la vista para conocer las capas del cuero. Usar las manos como herramientas de transformación. Así es como entiende Édgar Beltrán Jaramillo el oficio milenario de talabartero.

En su niñez visitaba el matadero. Se sentía atraído por las pieles del ganado colgadas en tendederos. Su abuelo, Luis María Jaramillo, era carnicero y con frecuencia lo llevaba a su mundo. Muy pronto, descubrió que la maleta tipo ‘chepito’ que lo acompañaba a la escuela pública venía de ahí. Con el corazón entregado a la talabartería y el conocimiento adquirido como ingeniero de petróleos, Édgar Beltrán Jaramillo ha tejido su camino. Desde 2016, fabrica ese mismo estilo de maletines y otros más en su taller Blumarino Leather Studio, nombre que alude al azul del mar, que paradójicamente le recuerda el cuero, su “mejor compañero de viajes”. Para no perder la orientación, la rosa de los vientos es el logo de sus productos, hechos a mano, por encargo y bautizados con los nombres de sus clientes.

“Sí, soy un artesano: la máxima expresión del saber hacer un oficio. Se dice que se requieren 10.000 horas para dominar un oficio; yo dediqué tres años, que parecieron décadas, al estudio y la práctica. Me enamoré de las cuchillas y, así como los barberos, que saben el punto exacto donde no se corta la piel, aprendí a conocerlas para lograr los cortes perfectos”, asegura Édgar, nacido en Versalles, Valle del Cauca, hace 56 años. 

La estética lo cautivó desde niño, cuando leía sobre la vida de los impresionistas Monet, Renoir y Van Gogh, y pintaba acuarelas en la habitación compartida con sus hermanos. En esa misma época le halló el gusto a coser. 

Criado a la par con sus dos hermanos y su hermana, era una costumbre respetada de la familia heredar la vestimenta del antecesor, pero los ajustes y la personalización corrían por cuenta de cada Beltrán Jaramillo. Su mamá, Amilvia, ama de casa de profesión y modista de vocación, les enseñaba durante la tarde a arreglar la ropa con la máquina de coser. La noche era para compartirla con Olegario, su padre, técnico encargado en la planta eléctrica de Versalles. 

“Si a algo me he dedicado, es a aprender”, dice Édgar. A los 16 años ya hablaba inglés y practicaba patinaje artístico y natación. A los 24, como ingeniero de petróleos graduado de la Universidad de América, creó su primera empresa de capacitación y software especializados para ingeniería de petróleos. 

Una década después se abrió camino en Los Ángeles, Estados Unidos, desarrollando videojuegos. Trajo a Colombia la primera versión del juego FIFA e incursionó en el mundo del software educativo. En ese momento ignoraba que, años más tarde, como gerente de la empresa de máquinas de casinos y ruletas Roulette Partners S.A, viajaría demasiado, estaría agobiado, descansaría poco y sufriría una enfermedad conocida como blefaroespasmo hemifacial, que cambiaría para siempre su vida, a tal punto que solo una cirugía cerebral le permitiría recobrar todos sus movimientos. 

 

‘Había olvidado mi pasado con el cuero’ 

La premisa era descansar. Se tomó un año sabático y viajó a India. Regresó a Colombia con una idea: “Había olvidado mi pasado con el cuero, pero quería crear mis propios muebles capitoneados y no sabía cómo empezar, así que comencé, como siempre, aprendiendo. Estudiaba de noche en la Escuela de Artes y Oficios Santo Domingo, en Bogotá. Me gradué de técnico en 2017. Me entregué al oficio y seguí mejorando bajo los conocimientos de la maestra talabartera Mónica Tejada, hasta que monté mi taller”.

La suma de la maestría marroquinera, los cueros certificados y las costuras a mano le han permitido desarrollar más de 130 productos, entre muebles, lámparas y accesorios como cinturones, maletas y carteras. Cada colección es la entrada a una mezcla de texturas, a un trabajo inspirado en tendencias con diferentes tableros de colores, cuya génesis viene de exploraciones en otros países que ha visitado, como China. 

Con los años ha entrado en el exigente mercado internacional de la decoración de hoteles y restaurantes de lujo. Su más reciente proyecto es para el estudio La Viva Home, de Nueva York, y será lanzado en marzo. Se trata de la colección Talabartero, compuesta por cojines bordados y trenzados, y tres tipos de lámparas. 

Hoy pasa sus horas trabajando en bocetos y armando prototipos. Más allá de la estética, piensa en la funcionalidad, que conoció muy bien con aquel maletín de su primaria y secundaria, un viejo tesoro conservado para recordarle que el cuero le devolvió la vida.