Cómo construir el paraíso

Cómo construir el paraíso Amarilo

Las nuevas tendencias urbanísticas, algunas de ellas surgidas después de la pandemia, plantean la creación de un ‘mundo saludable’

Por Daniel Páez
Foto: Cortesía Azulik

Las nuevas tendencias urbanísticas, algunas de ellas surgidas después de la pandemia, plantean la creación de un ‘mundo saludable’. Este se fundamenta en la idea –nada nueva– de la sostenibilidad, que ha adquirido una dimensión inédita con el refuerzo de conceptos como la bioclimática, la biofilia o el reciclaje. ¿Qué papel juegan estos en los desarrollos arquitectónicos de nuestro futuro próximo?

La pasada pandemia provocada por el covid-19 nos obligó a cambiar la forma de relacionarnos con el mundo. Comenzamos a interactuar de una manera diferente con los “otros” (vecinos, grupos, comunidades) y con las viviendas que habitábamos. Esos largos meses de confinamiento obligado sirvieron, al final, para que en medio de la emergencia de salud pudiéramos entender la importancia de los espacios que nos brindan refugio a diario, y para comprender que sí era cierto: sin tantos humanos en las calles, sin esos millones de vehículos contaminantes recorriendo las ciudades, las condiciones ambientales mejoraban drásticamente.

De alguna manera, el SARS-CoV-2 nos forzó a pensar en un mundo, en todas sus esferas, más saludable. Y hoy, sobre esa idea se fundamentan las nuevas apuestas urbanísticas que ganarán fuerza en este 2023 y marcarán los próximos años. Así lo afirma el urbanista español Antonio Giraldo Capellán, “las tendencias en este campo son variadas, funcionan a diferentes velocidades porque las circunstancias y las características de cada territorio y cada sociedad son dispares, pero sí podría decirse que lo que estamos buscando todos es crear espacios para un mundo más saludable”. Para hacerlo realidad, los nuevos proyectos deberán tener en cuenta todas las ideas y conceptos que presentamos a continuación.

 

Sostenibilidad: el origen de todo

“Se ha creado una falsa idea sobre la arquitectura sostenible, se dice que no es duradera y que resulta demasiado costosa – explica la arquitecta Ana María Gutiérrez, directora de la Fundación Organizmo–. Pero la construcción con tierra, guadua y madera, si está bien ejecutada y sigue las reglas de oro de cada técnica, puede durar cientos de años, como nos lo demuestran las obras patrimoniales de Colombia”.

Más allá de su permanencia en el tiempo, lo que se echa en falta en nuestras sociedades es que estos desarrollos sostenibles estén al alcance de todos. Como lo recuerda Ivonne Sternberg, especialista en este tipo de construcciones, “Sin duda, vivir rodeados de naturaleza nos brinda una mejor calidad de vida, pero existe una gran segregación social, son muy pocos los grandes conjuntos residenciales que están conectados con su ecosistema o cuentan con zonas verdes para caminar; y la situación es aún más crítica en las comunidades de menores ingresos económicos”.
Por su parte, la arquitecta alemana Anna Heringer, coautora del libro The Future of Architecture (2014), cree que “la sostenibilidad es sinónimo de belleza”, y así lo demuestra en las obras que ha creado alrededor del mundo. Estas fueron realizadas teniendo en cuenta principios como pensar en la escala humana, el buen uso de los materiales locales y las soluciones tecnológicas simples, asequibles y efectivas.
Las construcciones sustentables incluyen dentro de sus estructuras conceptos tan interesantes como la bioclimática, la biofilia, el reciclaje y el trabajo comunitario; de los que hablaremos enseguida.

 

Arquitectura bioclimática

Una de las iniciativas regionales más comprometidas con la reducción del impacto ambiental es el Proyecto Ceela (Capacidades para la Eficiencia Energética en Edificios en América Latina), que busca reducir la huella de carbono especialmente en los climas cálidos de países como México, Colombia, Perú y Ecuador.

Para entender, uno a uno, los conceptos claves de la arquitectura bioclimática, le pedimos ayuda a Johana Infante, consultora de Ceela. Estas son algunas de sus aclaraciones. “Habría que comenzar por la eficiencia energética, o la intención de reducir la cantidad de energía que se consume al utilizar los sistemas de iluminación o el aire acondicionado, por citar dos casos. Pero también habría que comprender que cada uno de los materiales utilizados en la construcción tiene una ‘energía incorporada’. Por ejemplo, el hormigón ya tiene la suya, que empieza con la extracción minera, el embalaje y el transporte hasta el sitio de construcción”.
El segundo concepto a tener en cuenta es el confort adaptativo o térmico: “Se trata de esa condición mental que expresa satisfacción a partir de parámetros de temperatura, radiación solar y calidad del aire. El confort adaptativo es fundamental en asuntos técnicos para que los edificios resguarden a sus moradores de las condiciones extremas del clima. Sin embargo, este proceso exige energía, por eso debe ir de la mano con la eficiencia energética”.
Johana Infante piensa las cualidades bioclimáticas a partir del diseño integrado. “Desde el inicio, todos los equipos que desarrollan la obra deben trabajar unidos para optimizar recursos y verificar la factibilidad técnica, económica, cultural y social de la misma”. Eso implica pensar, de manera temprana, en “el comportamiento de los usuarios en su territorio, el uso de los materiales locales, y en detalles como las al- turas, la orientación con respecto al sol, las aperturas para la circulación del aire, y las especificidades de la ventanería y la grifería. Teniendo claridad al respecto se les podrá explicar a los compradores de una vivienda certificada el porqué de la elección de los materiales o los accesorios, y que eso sea parte de una conciencia ambiental general”.

 

Diseño biofílico

El biólogo estadounidense Edward Osborne Wilson acuñó la palabra biofilia a mediados de los años ochenta para referirse a la conexión innata de los humanos con la naturaleza. Una conexión que hoy piden a gritos los compradores que esperan habitar hogares que sean amigables con el planeta. “En los últimos años se han propiciado debates y propuestas que décadas atrás habrían sido catalogados como peticiones alocadas.

Ahora somos testigos de nuevas sensibilidades y de nuevos reclamos, como el reverdecimiento de los espacios públicos o la incorporación de la biodiversidad urbana de una forma natural en el medio ‘humanizado’”, sostiene el español Antonio Giraldo Capellán. Y agrega: “La intención de integrar de base a la naturaleza con las propuestas urbanas o arquitectónicas es muy valiosa. Por eso creo que al diseño biofílico le esperan unos años muy prósperos. Este se ha revelado como un instrumento estupendo para minimizar los efectos del cambio climático en las ciudades, especialmente en aquellas que sufren de mayor manera el golpe de la contaminación”.

A pesar de sus bondades, habrá que tener precauciones con esta nueva tendencia. Lo advierte Ivonne Sternberg, “no todo aquello que dice ser sostenible lo es, y el diseño biofílico puede ser mal abordado si se convierte en un adorno. Si construyes al lado de una montaña y logras que una de las habitaciones sea una cueva con el fin de no alterar el paisaje, pues adelante; pero esta intervención es bien distinta a, por ejemplo, poner plantas que no generan oxígeno en unos bolsillos de pared y cambiarlas cada seis meses”.
Reciclar, reutilizar y reducir.

De acuerdo con el ingeniero estructural colombiano radicado en Estados Unidos Herbert Ramírez, “la principal tendencia en el urbanismo de hoy es construir con el objetivo de incrementar el ciclo de vida útil del proyecto y reducir su mantenimiento. Por eso, cada vez es más habitual la búsqueda de materias primas con características renovables y que impliquen menos procesos industriales”.

Aunque se haya avanzado en este campo, Giraldo Capellán nos invita a la cautela: “Hemos dado los primeros pasos, es cierto, pero debemos tener en cuenta que una de las mayores fuentes de residuos es la propia obra que se está construyendo. Hay un gran margen de mejora en este campo, tanto en la reutilización de los elementos reciclados como en la reducción de desechos. Y será necesario un cambio de filosofía para que se dejen de llevar a cabo intervenciones ilógicas, y estoy seguro que todos las hemos visto, cómo el cambio de pavimentos en buen estado por otros de igual naturaleza, bajo la única premisa de conseguir una mejoría estética”. El geógrafo y urbanista añade que en este proceso también será de vital importancia escuchar

la voz de la comunidad, saber cuáles son las necesidades de los habitantes de esas viviendas, para poder suplirlas respetando las condiciones medioambientales.
Una tercera voz, la del arquitecto Pa- blo González, socio de 57Uno Arquitectura, pide que no perdamos de vista que una obra no será sustentable tan solo por incluir materiales orgánicos, renovables, certifica- dos, paneles solares y sistemas sofisticados, “lo que hace que el proyecto sea realmente sostenible es que se construya entendiendo el contexto en que se encuentra y aprovechando las condiciones inherentes a él”.

En esta materia Colombia va por buen camino. La resolución 549 del Ministerio de Vivienda o el sello Cali Construye Sostenible, que plantean unos estándares para una mejor ingeniería, son ejemplos actuales importantes.

 

La comunidad: el objetivo final

El imparable crecimiento demográfico ha provocado que se construya sin descanso para tratar de brindarles un techo a los pobladores del planeta. Sin embargo, en palabras de la arquitecta Ivonne Stern- berg, “en ese intento, y especialmente en la generación de obras masivas, hay muchos asuntos que repensar, como lo que sucede con el subsuelo. Los urbanizadores deberían tener una clara filosofía comunitaria y dejar de pensar, solamente, en construir más y más. No se puede dejar de lado la calidad de vida de la gente”.

La propuesta sería construir, por supuesto, para seguir brindándoles un espacio habitable a las comunidades que lo requieran. Pero, construir de otra manera. “Esa es la utopía, crear proyectos que se conviertan en una escuela viva y que capaciten, en técnicas de bajo impacto, a todas las personas que los habitan. La idea es que ellas mismas sean las gestoras de su bienestar. Claro, el problema es que con estas técnicas las construcciones avanzan de manera más lenta y no caben en los presupuestos asignados a las viviendas de interés social o prioritario, lo que desperdicia un potencial gigante porque en la biodiversidad de Colombia, cada piso térmico tiene unas técnicas de arquitectura vernácula”, afirma la directora de la Fundación Organizmo, Ana María Gutiérrez.
Lo que anhela esta arquitecta es: “realizar abordajes a partir de las voces de los territorios e involucrar los saberes existentes para que así se generan apropiaciones y dinámicas regenerativas que, una vez se instalen en la comunidad, cuenten con un valor social, cultural y ecosistémico que permita hablar, verdaderamente, de sostenibilidad”.

Id. video de Youtube
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